Por: Clara Rivers
Fiscales Indignados
Por décadas, Nicaragua ha sido rehén del autoritarismo. Primero disfrazado de revolución y ahora encarnado en un caudillismo absoluto. El régimen Ortega-Murillo no es simplemente autoritario: es una dictadura criminal, sostenida por el miedo, la represión y el control total de las instituciones.
Pero su final es posible. Solo si la oposición logra trascender las divisiones del pasado y se convierte en una fuerza cohesionada, estratégica y valiente. Esa es la verdadera urgencia: construir una sinergia nacional que impulse una salida concreta antes de las elecciones de 2026. Se necesita un proyecto de país que deje atrás las heridas y nos convoque a todos como protagonistas de un nuevo futuro.
Las dictaduras no caen solas. Se les derrota con inteligencia, organización y unidad. El caso de Sudán en 2019 lo demuestra: una coalición civil derrocó a un régimen militar mediante desobediencia civil organizada, presión diplomática y un frente común. Aunque el camino posterior no ha sido sencillo, la lección es clara: sin unidad, no hay victoria. Sin hoja de ruta, no hay camino a seguir.
¿Qué urge hacer?
Es momento de construir una plataforma amplia, diversa e inclusiva que represente a toda la sociedad y promueva:
1. Unidad política sin exclusiones:
Todos los actores opositores —partidos, movimientos sociales, organizaciones del exilio, iglesia, empresariado, juventud y campesinado— deben unirse en torno a un acuerdo político de mínimos comunes. Prioricemos la salida del régimen, no las diferencias ideológicas.
2. Organización ciudadana dentro y fuera del país:
Fortalezcamos las redes de resistencia cívica internas y las plataformas del exilio para articular presión, documentar violaciones de derechos humanos y reavivar el espíritu de lucha.
3. Desobediencia civil sostenida y creativa:
Coordinemos acciones como paros, boicots económicos, protestas simbólicas y campañas de deslegitimación. El objetivo: erosionar aún más las bases del poder oficialista.
4. Presión internacional con propósito:
La comunidad internacional debe ser aliada, pero necesita interlocutores serios, coherentes y organizados. Solo así podrá intensificar la presión diplomática y aplicar sanciones efectivas que golpeen al círculo de poder del régimen.
5. Hoja de ruta para una transición concertada:
Desde ya, debemos definir los pilares de la transición: justicia transicional, liberación de presos políticos, retorno de exiliados, reformas electorales y garantías de no repetición.
Expulsar a Ortega y sus aliados es una meta urgente, pero no debe ser el único horizonte. Lo que está en juego no es solo quién gobierna, sino qué país vamos a reconstruir.
La Nicaragua que soñamos debe renacer sin odios, pero con justicia; sin impunidad, pero con restauración. No se trata de cambiar de opresor, sino de erradicar para siempre la cultura de la imposición y la venganza.
Sanar no es olvidar. Es recordar con propósito, aprender para no repetir y poner al ser humano —con su dignidad, su libertad y sus derechos— en el centro del nuevo proyecto nacional.
No podemos esperar a 2026
Ir a elecciones bajo las actuales condiciones —con presos políticos, partidos cancelados, exiliados y un aparato electoral totalmente controlado— no es democracia: es una farsa. Nicaragua no puede esperar más. Cada semana sin unidad es una semana ganada por la dictadura. Cada esfuerzo aislado, una oportunidad perdida.
La historia no nos dará muchas más oportunidades como esta. Es ahora cuando debemos dar el paso hacia una Concertación Nacional por la Libertad, con una ruta clara y un proyecto de país que despierte entusiasmo y esperanza en los nicaragüenses, dentro y fuera del país.
Que nadie se quede al margen. Todos podemos motivar, reanimar y convocar. Hagamos que los desencantados de tantas divisiones internas recuperen su lugar en esta lucha colectiva. La libertad no se concede: se conquista. Y solo la alcanzaremos dando lo mejor de nosotros mismos.
Unidad, estrategia y coraje: esa es la fórmula. Y el momento es ahora.


