¡Vivimos momentos muy oscuros para la Patria!
La falta de institucionalidad impuesta por el sandinismo ha causado daños profundos al Estado de Nicaragua: daños irreversibles, costosos y difíciles de recuperar. El desmantelamiento sistemático de las instituciones ha socavado la confianza del pueblo en la democracia representativa, base esencial para la paz, la reconciliación y el desarrollo.
El régimen ha reemplazado los principios democráticos por un modelo autoritario que mal llaman “Socialista, Cristiano y Solidario”, pero que en realidad persigue, encarcela, destierra y silencia.
En 1979, llegaron prometiendo libertades civiles, justicia social, empleo y equidad. Nos engañaron. Lo que impusieron fue el reinado de nueve comandantes y una guerra sangrienta que dejó más de 50 mil muertos. La justicia social prometida fue solo para un pequeño grupo de privilegiados.
Archivo: Desde una perspectiva liberal: Defender la democracia
En 2006, dijeron haber cambiado. Prometieron respeto a la democracia, reconciliación y amor. Pero en tan solo tres años, derribaron la Constitución, pisotearon los poderes del Estado, tomaron el control de la Corte Suprema de Justicia, la Asamblea Nacional y el Consejo Supremo Electoral, que hoy es símbolo de fraude y corrupción.
El sandinismo siempre ha tenido un viejo sueño: acabar con la democracia y sustituirla por un régimen autoritario, ilegal y enriquecido con dinero del pueblo y cooperación extranjera, como la del gobierno de China. Hoy ese sueño es una dolorosa realidad.
La justicia se convirtió en un arma del régimen. Los jueces solo responden a la nomenclatura rojinegra. Fabrican juicios, persiguen a los críticos, chantajean a los disidentes. El delito de muchos nicaragüenses ha sido creer en la democracia.
El pueblo ha sido sometido mediante balas, destierros, expropiaciones y exilio. Familias completas han huido. Quienes permanecen en el país viven bajo miedo constante y sin canales para denunciar los abusos.
Al terminar su primer período de mandato en 1990, Nicaragua estaba en ruinas: una economía destruida, decenas de miles de muertos y un pueblo roto. Durante el actual régimen de Daniel Ortega, Nicaragua se ha transformado en un Estado de partido único, sin libertades, sin oposición política y con represión brutal contra cualquier voz disidente.
La violencia política alcanzó su punto más alto en 2018, con más de 320 muertos, la mayoría manifestantes. Desde entonces, el régimen ha extendido su represión a sacerdotes, periodistas, abogados, campesinos, médicos y estudiantes.
Han llamado a los obispos católicos “hijos del demonio”, han encarcelado y desterrado a decenas de religiosos, y han convertido a Nicaragua en una gran prisión, donde se persigue incluso a los familiares de opositores.
Las nuevas tácticas del régimen sandinista: la estocada final contra la democracia
A muchos se les ha despojado de su nacionalidad, se les han confiscado sus bienes, y se les ha prohibido la entrada al país. Los hijos e hijas de exiliados sufren la separación forzada y la negación de documentos para reunirse con sus padres.
El Grupo de Expertos en Derechos Humanos de la ONU ha sido claro: Nicaragua comete crímenes de lesa humanidad por motivos políticos. Ortega, Murillo y su círculo deben responder ante la comunidad internacional.
El régimen ha consolidado todo el poder en manos de una pareja presidencial autoritaria, ejerciendo control total sobre el sistema judicial. La Ley de Amnistía, en lugar de curar heridas, blinda la impunidad.
Hoy Nicaragua está atrapada en una espiral de persecución y silencio, dentro y fuera del país. La represión es más sutil, pero más efectiva: busca eliminar toda forma de organización social futura.
Desde el Movimiento Liberal:
- Exigimos la liberación inmediata de todas las personas presas por razones políticas.
- Exigimos el fin de la persecución y el castigo a los responsables de los crímenes documentados.
- Instamos a la comunidad internacional a ampliar las sanciones contra personas e instituciones involucradas en violaciones de derechos humanos.
- Solicitamos procedimientos justos para los nicaragüenses despojados de su nacionalidad y derechos civiles.
El daño causado por la dictadura sandinista es devastador. Al pueblo de Nicaragua y a la comunidad internacional nos tomará años —y muchos recursos— reconstruir lo que esta dictadura ha destruido.
Pero tenemos la certeza de que, con firmeza, lucha y unidad:
¡Nicaragua volverá a ser República, libre y soberana, con justicia, igualdad y en democracia!

Artículo de opinión elaborado por el Movimiento Liberal para La Voz de la GCON.
